Wednesday, May 04, 2005

Caminito a la escuela...

Para serles sincero, nunca fuí un estudiante modelo, las únicas medallas (sin albur) que me dieron fueron por puntual y eso porqué mi madre me llevaba sin falta... toda mi vida académica pudo haber pasado de noche de no haber sido por materias como el Inglés, la Historia y la Literatura, pero de ahí en fuera, los demás conocimientos que me machacaron en mi pobrecito cortex cerebral no me han servido para nada. Pero eso sí, yo he sido uno de los únicos dos miembros de mi generación (el otro es Miguel Nakakawa, que la última vez que lo ví vendía aires acondicionados o "climas" como les dicen en el norte) que soportó kinder, primaria, secundaria y preparatoria en el único, invicto e inigualable Colegio Moderno Tepeyac, colegio regenteado por maristas que por misterios de la organización eclesiástica nunca tomaron hábitos y cuyas dos y únicas instalaciones han sido: primero de inglés y primaria hasta tercero en la avenida Adolfo López Mateos y de cuarto hasta sexto de primaria, secundaria y preparatoria por las tardes en el Camino Real a San Mateo Nopala, todo esto en el área de Lomas Verdes, localizado en la heroíca Naucalpan de Juárez, Estado de México.

Empezaré con mis más tiernos recuerdos, el primero de inglés... en esos años de lactante, la vida era un total agasajo, no tenía preocupaciones, empezaba con los palitos y las bolitas, a usar esas tijeritas redondeadas que no cortan ni papel cebolla, resistol blanco, pinturas, crayolas, aprender lo más básico del inglés y a escribir con letra manuscrita frases tán típicas como "Mi Mamá me Mima" u oraciones tan insulsas como "Pepe come Papa y la Papa es Buena"... no mames. Tuve algún atisbo de amor platónico con la miss Mayela, pero como diría la canción "todo se derrumbo" cuando el patán de su marido hizo su aparición en el día del festival de fin de cursos (¿o era el día de la primavera?), que por cierto, mi señora madre me disfrazó de Raggedy Andy, ese muñeco de trapo pelirrojo compañero de Raggedy Ann y hasta se aventó la puntada de tomarme casi todo un rollo... he tratado de comprarle las fotos para destruirlas pero el amor materno es más fuerte.

Ya cuando entré a primaria ¡qué emoción! ya estaba con "los grandes" y las horas se alargaron, los descansos se acortaron y empecé aquella guerra sin cuartel que libré durante toda mi vida estadiantil con los números: sumas, restas, multiplicaciones, divisiones, quebrados... en fín, estaba seguro de que Pitágoras y todos aquellos ociosos griegos que crearon estas operaciones no las habían hecho para facilitarle las cosas a la gente, sino para joderme a mi. Pero no todo era desdicha, estaba la clase de música, en donde me divertía como el enano que era berreando canciones del tipo de "Pin Pon es un muñeco..." y la clase de deportes en la cual practicábamos tablas deportivas con el profesor Rubén, un señor de lentes, bigotón y muy corajudo pero que tenía un corazón de oro, que, gracias a él llegamos a competir a nivel nacional en unas instalaciones del ISSSTE en Periférico Norte, antes de llegar al Hospital Militar o también en el Campo Marte y sacábamos honrosísimos lugares, de hecho, el CMT era famoso por estos espléndidos espectáculos. Otro gran personaje de esa era infantil fue el profesor Olague, a quién le decíamos "El Camarón", ya que cuando se encabronaba (y no eran pocas las veces) se ponía del color de ese suculento marisco, nada más faltaba echarle limón.

Cuando llegué a 5o. año de primaria, se dió un cisma en mi vida académica, ya que lo reprobé y tuve que recursarlo, la mayoría de mis amigos que pasaron a 6o. me miraban con pena ajena o como a un leproso y muy pocos conservaron su amistad conmigo, lo bueno es que como era un año más grande, tuve más facilidad para hacer nuevos amigos y ahí, justo ahí mismo fué cuando me pusieron el místico mote de "Topo", que ya alguna vez he comentado en otro blog. De las "misses" que más me acuerdo son las que más me hicieron sufrir: La miss Norma, la miss Lulú y la miss Olivia.

La miss Norma era una señora que te gritaba al menor descuido, muy exigente y ¡Pobre de tí si te equivocabas al hacer una suma al pasar al frente al pizarron! ¡No te la acababas! pero eso sí, era bastante justa y te reconocía las chingas que te metías estudiando. La miss Lulú, a quién le decían "el Tiburón" debido a una enorme nariz era exigente, pero de una paciencia papal que, de hecho inauguró toda una lista de maestros particulares de matemáticas que tuve; cada jueves, de ley, había que ir a su casa que compartía con su anciana madre (qué yo una vez la confundí con la sirvienta) y su hijo (al que nunca conocí) y daba esquina con Periférico Norte a la altura de las grandiosas Torres de Satélite, frente a unos boliches que con el tiempo lo transformaron en el Showbiz Pizza Fiesta (que también tronó ya hace un chingo) y finalmente, estaba la miss Olivia bautizada como "La Deportiva", porque como decía un comercial de llantas de la época: "Es ancha, es baja", ella fue el cenit de mi desdicha escolar, pero que con los meses hasta se llegó a encariñar conmigo, pues ¡ah, que cariñosa!

De hecho como epílogo aquí va una anécdota... años después, coincidí con la miss Olivia de vacaciones en Huatulco, Oaxaca, estuvimos platicando unos minutos y al verla arreando con cariño a toda su progenie me dí cuenta de que no era una émula de Godzilla... le perdí el miedo de todo un año en sólo 5 minutos de conversación.

Continuará...

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