Wednesday, March 02, 2005

El atropella-niños

Es del dominio público que aquí en Monterrey manejan con las patas (y se sospecha que algunos hasta con las nalgas), adoro esta ciudad pero para ser sincero la mayoría de la gente maneja muy mal, y para acabarla de fregar, la calidad del pavimento deja mucho que desear, ya que después de una buena tormenta deja las calles con hoyos que parecen cráteres lunares y si hace mucho calor se pone chicloso.

Esta característica ha hecho que las aseguradoras encuentren en esta ciudad una inagotable mina de oro, a cada rato, en las notas rojas de los noticiosos regios se exhiben los accidentes automovilísticos con todo el amarillismo posible, cuyos protagonistas en la mayoría son jovencitos que papi les suelta el coche y estaban ahogados de alcohol y algunas otras sustancias.

Los peatones tambien son otras finísimas personas pertenecientes a esta fauna urbanística que no se fijan al cruzar y corren a la pendeja, arriesgándose a ser atropellados por los camiones de transporte público (sus principales enemigos) y por uno que otro pobre incauto en vehículo particular.

Pues bien, les voy a contar una linda anécdota que me pasó con un mocoso de unos 10 años con su bicicleta: Todo empezó cuando estaba en el entronque de la ave. Morones Prieto con la colonia Alfonso XIII, estaba cruzando el semáforo, que obviamente estaba en verde, y en eso veo que se acerca el babosito aquel derechito hacía mi y no frenaba, por lo que yo tuve que dar un volantazo, aunque logré rozar la bicla con la defensa, haciendo que el mansito se cayera con todo y su medio de transporte.

Me quedé un minuto en la mensa y tardé otros dos minutos para abrir la puerta, ya que no podía abrirla por los nervios y al lograr abrirla, el niño se estaba levantando y le dije que si estaba bien, el pendejito dijo que sí con cara de estar en otro mundo, por lo que me orillé y lo cheque que tuviera ningun golpe.

En eso, llega uno de los diablos azules (un triste poli) que, al ver lo que había pasado, se me había lanzado cual mosca al la mierda al grito de: "¡Está ud. detenido!" (¿Pues cuando me iba a ir pendejo?), total que me empezó a decir que si el idiotita estaba bien y le dije que si a lo que me contestó con la terrible y diabólica máxima: "Me tiene que acompañar a la delegación"... ¡Me lleva la más gran chingadda!

Total que el mediócre servidor público llama a unos compañeros con patrulla y a una ambulancia y yo en chinga le hablo al seguro y para acabarla de re-amolar, que llega una camioneta de Multimedios Televisión, la empresa televisiva 100% regia para sacar la nota para el noticiero de la tarde. Entrevistaron al poli y al estupidito aquel y al acercárseme el reportero para entrevistarme, con la pura mirada de "tu-que-me-grabas-y-yo-que-te-corto-un-huevo", prefirió hacer unas tomas del "siniestro" para llevar la fiesta en paz.

Total que por fín llegó la patrulla con ambulancia, pero yo no me moví de allí hasta que llegaron los del seguro y al llegar, me asesoraron y me recomendaron que me llevaran en la patrulla al palacio negro de tránsito en la calle Lincolin. Al llegar me hicieron la prueba de que si estaba pedo y después me mandaron a una sala de espera con una tele y repleta de Teleynovelas y finalmente, me dejaron hacer una llamada, la cual hice a mi casa para que no se preocuparan y, dos horas después, llegó la caballería representada por mis padres y la abogada que me había mandado el seguro, para esto yo ya había prestado declaración, sintiéndome el Chapo Guzman en donde me preguntaron hasta el color de los chones que había llevado el pasado 4 de enero... ¡Carajo!

Otras dos horas después, me dejaron salir después de llegar a un arreglo con la madre del bastardito "atropellado" que ni siquiera tuvo un raspón, pero, nada pendeja, se aprovecho de la situación para exprimirme, alegando que con toda la alevosía y ventaja había arrollado a su retoño hasta casi dejarlo mierda... Total que se llegó a un arreglo económico y hasta unos boletos a Parque Plaza Sésamo para callar al crío y salí de ahí como a las 7 de la noche, dándome a todos los diablos por todo lo que me pasó y eso que me paré para ver si el niño estaba bien, mejor lo hubiera dejado ahí, pero ya ven, los decentes siempre acaban pagando el pato.

Desde entonces, cada vez que veo a un chamaco en bicicleta, bajó la velocidad a 20 kms/hr., no vaya a ser la de malas.

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