Friday, December 24, 2004

Noche de paz, noche de amor...

Aaaaah... ¡La Navidad ya se encuentra aquí!, los centros comerciales o malls están hasta la madre de gente comprando los últimos regalos de último momento para aquellas personas que se les olvidó mandar un merecido regalo a parientes no tan próximos... ya saben, a la tía Eduviges que este año se le ocurrió a la muy perra mandar sueteres con colores pinchísimos (tejidos por ella misma), con una manga mas larga que otra o al tío Norberto, quien el muy hijo de puta, para variarle un poco, en vez de regalar las mismas camisas compradas en Milano o cualquier tienda de ropa baratísima y piratísima en Pino Suárez, ahora tuvo la gloriosa ocurrencia de regalar una enorme corbata con el dibujo estampado de una hawaiana de enormes melones y pezones glow in the dark, que tu, para no hacerle el fuchi, la tienes que usar en la cena de Nochebuena convirtiéndote en el hazmerreír del convivio.

Llevar a los niños a los centros comerciales es toda una aventura, ya que, gracias al desvergonzado comercialismo, los mugres escuincles quieren toda la juguetería para ellos y cuando tu les dices que no pueden tener todo, hacen un berrinche que ni Cuauhtémoc Blanco, aguantan la respiración hasta quedar morados y los berridos se oyen hasta el departamento de Lencería Para Damas... ¡Qué bonitooo!. Otra de las cosas que no pueden faltar es que el pinche mall tiene en cada puto piso un Santa Claus y el niño, que no es ningún pendejo, te pide explicaciones sobre como es posible que el gordo ese esté a plena luz del día para que todos lo vean ¿No se supone que el puto viene en la noche y a escondidas? ¡Carajo!... ahora ponte a elucubrar una respuesta coherente para la lógica infantil de tu retoño para que no le de una crísis existencial que lo traume hasta la pubertad.

Otra de las lindas tradiciones es comprar el típico arbolito de Navidad, los conocedores dicen que para encontrar uno perfecto hay que irse hasta el mercado de flores de San Ángel o ya si eres aventurero, hasta las faldas del mismísimo Ajusco (sí estás en la ciudad de México, claro está), obviamente tienes que llevar a toda la familia a que lo escojan, a que se mueran de frío y sentirse miserables para finalmente escoger un árbol más ñango que los que adornan el parque de enfrente. Adornarlo es otro de los momentos especiales, sacar las esferas del cuarto de los trebejos, darte cuenta de que la mitad de las esferas se hicieron añicos al caerse encima la caja de las herramientas, animar a toda la familia a que ayude en la decoración del árbol para que al final des un paso en falso en la escalera y caigas con todo y árbol al suelo... ah pero eso sí, vas as oler a pino por los próximos dos meses como Maestro Limpio. (Nota: Esta anécdota fué real y le pasó a mi abuelo materno, el honorable e ilustre ingeniero Eduardo Vargas)

¿No es lindo compartir con tus seres queridos la cena de Nochebuena? Ver a tooda la familia otra vez el mero 24 como cuando eras niño y reencontrarte a la simpática tía Nena, con sus bigotes zapatistas que cada vez que te veía te los restregaba al darte un beso (¡Wakala!), después te agarraba los cachetes y te los dejaba con un lindo color rojo-semáforo, diciendo: "¡Pero que grandote estáaaas!" o ¿Cómo olvidar al insufrible tío Fermín, quién siempre usaba su apestosísima pipa en cada chingada reunión familiar y todos los que están junto a él se mareaban y hasta casi guacareaban por el humo?, otro de los grandes era el tío Chavo quién siempre estaba recuperándose de su última visita a Oceánica e invariablemente recaía poniéndose un cuete épico con sidra Santa Clos, dejándo el honor de la familia por la lona y la cena en la taza del baño y finalmente, está la tierna Bisabuela Yoya, cuyo problema de encías hacía que babeara constantemente, por lo que nadie, pero ni de broma se quería sentar junto a ella a la hora del atasque.

Ya después de tragar, la diversión continuaba con la entrega de los regalos, en la que todos te regalaban chingaderas que ningún niño en su sano juicio consideraría regalos, como calcetines, bufandas, guantes, un cepillo de dientes o, lo que era peor, un rastrillo (¡Y apenas tenías 9 años!)... Ah pero eso sí, los mierditas de tus primos los Soto, no podían caminar de la cantidad de juguetes que toda la familia les regalaba, poniéndote a pensar muy seriamente en la existencia de justicia en esta tierra, alimentándote de una ira asesina.

Ya para el 25, la onda es quedarte toodo el día enpijamado en tu casa, disfrutando los jueguetes que te trajo el Santa Claus, viendo insulsos programas navideños en la tele como "La navidad con los Picapiedra" o azucaradísimas películas como It´s a Wonderful Life tragando tortas de bacalao y romeritos recalentados y ver a tus papás crudísimos, entrando ya en un estado rayano en la catatonia. ¡Que maravilla!

Palabras más, palabras menos, aunque la Navidad sea a veces un poco hipócrita con tanto materialismo y comercialismo, no deja de ser bonita y una de las épocas más festivas del año, así que disfrutenla mucho y, aunque suene cursi, El Marqués de Topochico les desea una....

¡Feliz Navidad!

1 comment:

Javier said...

Ya escribe más no ca?