Tuesday, September 20, 2005

Ollin

"Esto pasó en septiembre…
óyeme, Melitón, no fue el mero día del temblor?
Tienes razón… Hasta vi cuando se derrumbaban
las casas como si estuvieran hechas de melcocha…
Y la gente salía de los escombros toda aterrorizada
corriendo derecho a la iglesia dando de gritos".
Juan Rulfo en el cuento "El día del derrumbe"—1953.
Ayer, hace 20 años, la ciudad de México sufriría una de los peores terremotos de su historia, dejando el centro histórico, la colonia Roma y la Condesa en ruinas, en la cual perdieron la vida diez mil personas aunque hubo infinidad de actos de verdadero heroísmo y en donde la sociedad mexicana se solidarizaría como pocas veces en la historia contemporánea.

Yo contaba con 14 años, estaba en secundaria y a la mera hora del temblor (7.19 am, según un emblemático reloj de la marca Haste en la esquina de Balderas y Juárez) y me encontraba en el patio de mi escuela, el Colegio Moderno Tepeyac jugando de lo más quitado de la pena, sentí algo de movimiento, ya que vivía y estudiaba en ese entonces en Lomas Verdes al lado de Ciudad Satélite, ubicada en la república hermana de Naucalpan, tierra valiente de topes y donde cambias los pesos por varos.

Ya como a eso de las 11.30 am vino a nuestro salón nuestro dirtector en ese entonces, el profesor Monjaraz, quien con ojos llorosos y un rictus de enorme tristeza nos contó lo que había sucedido hasta ahorita y nosotros, incredulos, ni siquiera respirábamos, fascinados y atemorizados al mismo tiempo. Recuerdo que los medios de comunicación extranjeros decían a los cuatro vientos que la ciudad de México ya no existía, que se había borrado del mapa como ciudad de la Biblia.
Las calles y arterias de la ciudad cambiaron para siempre, muchos edificios se cayeron sin remedio como el famoso Hotel Regis, dejando mucho terreno baldío que se transformaron en parques, después del temblor, muchas personas salían a las calles a ayudar a quien fuera, rifársela por su prójimo como fuera, surgiendo los míticos "topos" que se arriesgaron de verdad para rescatar a gente que quedó atrapada entre los escombros y en síntesis, en esa epoca sí que fue un orgullo ser mexicano.
Cada gente que rescataban, en especial a los famosos "bebés del temblor", todo México se conmovía hasta las lágrimas, esperanzada por esas frágiles vidas que sobrevivieron a pesar de las más difíciles condiciones, la vela nunca se apagó del todo, siempre estuvo encendida.
Mucho pasó en esos turbulentos días que siguieron y con el correr de los años, los chilangos (cómo diría mi coach en buen Edher "Chip" Noriega: Dios bendiga a los chilangos por el buen corazón que tienen) siempre evocan ese desastre natural como un parteaguas, una prueba que nos puso Dios, el destino o quién fuera porque fueron tiempos muy difíciles para toda la ciudadanía pero que se sobrepuso al putazo y emergió como una nueva sociedad muy diferente a la anterior de 1985, más consciente y lo más importante, solidaria.

Desde este espacio cibernético vaya un saludo a todos aquellos mexicanos que vivieron (¡Y sobrevivieron!) esta catástrofe urbana y finalizaré diciendo esto: "Lo que no te mata, te hace más fuerte".

3 comments:

Yo said...

Tenía yo sólo 4 años y vivíamos en Alemania. Sólo me acuerdo de haberme subido a la cama para poder alcanzar a mi mamá, que lloraba desconsoladamente y, por primera vez, ser yo la que le dijera que todo estaría bien...

sludge factory said...

YO NI HABIA NACIDO(APARTE QUE NI NACI EN MEXICO VERDAD) PERO CHALE ESO SI ESTUVO BIEN OGT, POR CIERTO DEBERIAS DE ESCRIBIR UN LIBRO CARNAL TE LA RIFAS EN ESTO DE LOS BLOGS!

Ginger said...

Mi admirado Marqués, mucho agradezco el comentario en mi blog. En el 85 yo tenía 8 años, vivía en un edificio de la colonia del valle y el día de la catástrofe estaba terminando de guardar mis cosas para ir a la escuela. Mi hermano y yo teníamos una pecera y cuando comenzó a temblar, la pecera parecía la alberca de olas del Cici. No nos importaba el movimiento de la tierra, en realidad estábamos más preocupados por cachar a los peces que se salían de la pecera por el vaivén del agua.