Prosa cremosa, anécdotas picantes, recomendaciones literarias baratas, recomendaciones musicales devaluadas, depravaciones cinematográficas, fino humor y, en fin, todo lo que le pasa a un chilango autoexiliado como yo en estas tierras del norte en donde "termina la civilización y empieza la cultura de la carne asada" como dijera José Vasconcelos. Entra bajo tu propio riesgo y bienvenido a mi mundo...
Sunday, May 27, 2012
Las mazmorras de Naucalpan
Todos hemos tenido nuestros pequeños roces con la ley y este su escritor amigo no es la excepción así que, sin más ni más aquí les va la primera de las dos veces en que me metieron literalmente al bote...
Érase que se era un muchachito que quería beber con sus amigotes pero ¡oh maldición! en su casa que era la de sus papases también había un "convite bohemio" de estos últimos, por lo que nuestro héroe se la peló para ponerse hasta la sombrilla ahí por lo que decidió ir con un para de amigos a la barranca de enfrente a ponerse hasta la sombrilla.
Una de las peores ideas que tuvo en su existencia...
Total que los dos amigos (cuyos nombres juró guardar en secreto por el resto de sus días) y él fueron a la dichosa barranca a eso de las 10 p.m. con unas refrescantes caguamas y le empezaron a dar hasta por ahi de las 11.30 pm cuando la policía -alertada por un vecino malhora, luego me enteré-, se acercó a nosotros a ver que diablos estábamos haciendo... Un servidor, que ya estaba zarazo, vio nada más la luz de la linterna del "polecía" que al principio creía que era un alien de Encuentros Cercanos del Tercer Tipo y al ver que no era, le grita: "Buenaaaash nocheeeeesh ofishiaaaaaaal" con caguama alzada por todo lo alto...
Segundo gran error de la noche...
Ni tardos ni perezosos, los representantes de la ley nos apañan a los tres y nos sueltan la terrorífica frase de "Vamos a la delegación por andar bebiendo en vía pública" y de nada sirvió que le dijera que vivía a unas casas de ahí, ni de que le dábamos una lana, en fin, el chiste es que nos querían entambar los culeros y pues ahí vamos los tres a la parte de atrás de la patrulla, viendo frente a nosotros la rejilla que divide por la mitad a toda patrulla mexicana, la desolación y el susto era tan grande que hasta el pedo se nos bajó.
¿Había tocado fondo? ¡Claro que no! Se ponía peor con cada segundo...
Y que llegamos al Palacio Negro de Naucalpan a que nos tomaran nuestros datos y nos metieran a las mazmorras y en una de esas, uno de los agentes registró más de la cuenta a uno de mis amigos, casi casi diría que se lo fajó y el pobre -que estaba pedo pero no pendejo- empezó a protestar y el pinche cabrón le dice "¡Cállese y déjese registrar!". Yo solo cerré los ojos, sin ánimos de ver más.
Total que ya nos metieron a una celda con unas 6 o 7 personas aproximadamente y la mayoría estaban durmiendo la mona, lo malo es que me tocó sentarme junto a un señor que estaba hasta el cepillo de alcohol, descalzo, vestido con unos pantalones y una camiseta toda aceitosa que me explicaba que estaba en el tambo ya que le había golpeado a su esposa hasta dejarla inconsciente porque no le había comprado cerveza y yo solo acerté a decirle: "¡Hizo ud. bien, señor! ¡Eso no es de Dios!" y demás comentarios aprobatorios... no fuera que me madreara a mi ahí en pleno separo.
Total que los minutos no corrían, se arrastraban y estábamos los tres sentados en unos banquitos, tenía ganas de orinar (¡maldita cerveza!) y que veo los baños que no eran otra cosa más que unos hoyos en el concreto del cual salía un olor... un olor que, vaya, no se los podrá describir pero ha sido de los más penetrantes y asquerosos que haya olido en mi vida...
Pasaron dos horas y sentimos que eran dos años y ya para acabarla había un tipo a la orilla del espacio con unas botas con picos de plata que se nos quedaba viendo y viendo, tantos era su mirada que uno de mis amigos dijo "si se arman los madrazos, todos contra ese cabrón" y como a los 15 minutos, se nos acerca y pregunta: "¿tienen un cigarro que me regalen?" y ya más tranquilos, fumamos y platicamos con el tipo como si fuéramos los grandes amigos. No cabe duda que la prisión a veces hermana.
Como a las tres horas decidimos que necesitábamos salir de tan sofocante ambiente carcelario y alguien de los tres necesitaba hacer la típica llamada telefónica y acordamos que uno de mis amigos cuyo tío estaba bien parado en la política mexiquense, le hablara y pasamos otras tres horas hasta que fue por nosotros -años más tarde, nos confesaría que al recibir la llamada estaba empezando a ver una película y para que aprendiéramos la lección, se espero a acabarla de ver-, está de más decir que cuando fue por nosotros y nos sacó, nos dio una regañada que de pendejos no nos bajó pero logramos salirnos de tan mefítico lugar.
El final de la aventura fue cuando llegamos mis amigos y yo a mi casa y seguía la velada bohemia de mis parientes, jugamos dominó y agarramos un cuete glorioso... ¡De haber sabido mejor nos hubiéramos emborrachado ahí y gratis!
Toda la anécdota se la conté a mi madre años después...no le causó mucha gracia.
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