Friday, October 29, 2010

Presentando libros...


Érase que se era un muchachito que le gusta leer mucho y que de tanto leer, se le sorbió el seso como al buen Don Quijote, pero eso si, consiguió muchas amistades cultísimas, finísimas e intelecuales de vanguardia, entre una de ellas, está una diseñadora que hizo junto con otras cinco autoras un libro de poesías haiku y cuento corto llamado "Carne Pa´ Llevar" e invitó al muchchito de nombre Gerardo a que lo presentara por primera vez en la Casa de cultura de Monterrey y porr segunda vez en la Feria del Libro de Monterrey quye hace el ITESM año con año.

La primera vez que iba a presentar el libro, a este niño le andaba dando un vágüido, pero gracias a que se metió un par de cubos de hielo en los kiwis y se tomó una agüita de tlacote, pudo enfrentar al público acompañado de dos grandes de la literatura regiomontana: Félipe Montes y Jorge Rodríguez.

Aquí les dejo el texto que presenté la segunda vez en la Feria del Libro en Monterrey:

Para ser sincero, la primera vez que me hablaron del libro “Carne Pa´ Llevar” pensé que era un libro de recetas típicas de este cárnico estado de Nuevo León pero me equivoque por completo ya que este texto nos lleva a un mundo lejano en el tiempo en donde la gente NO se preocupaba por los triglicéridos, NO sabían que era la glucosa, los carbohidratos eran algo desconocido y pensaban que el colesterol era alguna medicina maravillosa creada por algún oscuro científico llamado Nacho, Fulgencio o Primitivo.

En esos añejos días decimonónicos en donde uno decía la palabra “zeta” era para referirse a la última letra del alfabeto, los carniceros en los pueblos del centro-sur de la República Mexicana colgaban una bandera color rojo passion para avisar a sus carnívoros clientes que tenían carne fresca “pa´ llevar”, de ahí el título.

Este libro es un homenaje a la Sultana del Norte, ubicada en tierra desértica colonizada por colonos valientes que se enfrentaban al clima extremo o a salvajes como los huachichiles, gualiches o ayancuaras y que con el tiempo y muchos sacrificios después, llegaron a formar grandes industrias que han enriquecido al país, pero que también -por desgracia- ha sido testigo de una encarnizada violencia que hace años no se veía y que parece ser ya el pan de cada día…

Esta exquisita combinación de poesía haiku y cuento corto hecho por un talentoso sexteto de mujeres nacidas en el noreste del país nos toma de la mano para ofrecernos, como si de un selecto menú se tratara, nobles y profundos sentimientos salpicados de sabrosas anécdotas tragicómicas del pasado y antepasado siglo que hacen vibrar a las mujeres, sonrojándolas hasta el paroxismo, emitiendo grititos entrecortados para refugiarse en la parroquia más cercana y confesarse de volada con el curita en turno al más puro estilo de la famosa Chabelita.

Al leer este pequeño volumen, uno huele el aroma invitante de la carne asada que religiosamente hacen los neoleoneses casi a diario para el disfrute de los primos, las primas, los tíos, las tías, los compadres y las comadres en todas las presentaciones posibles como bistec, barbacoa, maciza, suadero, costilla, t-bone, arrachera, aguayón, pulpa, falda, aguja, lengua, paleta, cuete, pancita, trompo, espaldilla, campechana, chamorro, bofe, cuajar, montalayo, machitos, sesos y demás delicadezas que desconozco o no he probado.

Mas no olvidemos que también hay otro tipo de carne, de la que se come a puertas cerradas, en lo oscurito, preferiblemente con otra persona, la cual nos da vitalidad, humanidad y nuestra misma esencia, esa de la cual hiciera un magnífico homenaje el desaparecido maestro Jorge Ibargüengoitia: “¡Oh dulce concupiscencia de la carne!, refugio de los pecadores, consuelo de los afligidos, alivio de los enfermos mentales, diversión de los pobres, esparcimientos de los intelectuales y lujo de los ancianos… ¡Gracias Señor por habernos concedido uso de estos artefactos que hacen más palatable la estancia en este valle de lágrimas en que nos has colocado!”

Así que ¡Marchanta, marchante… llevellevelleve esta carne pa´ llevar barabarabara y ya verá que sabrosa está! Ga-ran-ti-za-do…

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